top of page
  • Instagram
  • LinkedIn
Buscar

DE DUEÑAS DEL BALÓN A TEJEDORAS DE PALABRA: LO QUE AÚN NOS CUESTA ENTRE PERSONAS QUE TRANSFORMAMOS; Porque el silencio también es un acto político.

“Habrá algo más poderoso que 57 mujeres reunidas para cocrear sobre Educación Sexual Integral en América Latina… y al mismo tiempo, ¿habrá algo más retador que lograrlo sin caer en lo que justamente queremos transformar?”.

Por: Manuela Acosta / @Manuacostam10

Este fue el pensamiento que me atravesó al final de una jornada intensa, profunda y, para ser honesta, también agotadora. Un día compartido entre pedagogas, lideresas, activistas, creadoras de nuevas realidades. Un día de laboratorio sobre ESI (Educación Sexual Integral) donde se esperaba que fluyeran las ideas… y también los afectos, las tensiones, los egos.


Nos reunimos con el deseo de tejer, de construir redes. Pero pronto apareció una tensión que muchas veces evitamos nombrar: ¿cómo conversar sobre lo colectivo sin imponernos? ¿Cómo decir lo que pensamos sin anular las voces de otras y otros en la oportunidad del momento?


En un momento compartimos espacio con hombres jóvenes que transitar el camino de las masculinidades corresponsables, que se están atreviendo a cuestionar lo que se les enseñó como “ser hombre” y a moverse -literalmente- hacia otros lugares. Vinieron a sumar, a aprender, y como dijeron ellos a contarnos. Y quizá ahí estuvo el punto ciego: ¿escuchamos nosotras también?


La conversación se desvió. Empezamos a decirles qué hacer, cómo, por qué. Nuestra voz -que ha sido históricamente callada- se hizo más fuerte. Pero, ¿y si sin darnos cuenta repetimos el mismo patrón que cuestionamos? ¿Y si, desde el dolor y la urgencia, caímos en una forma sutil de womensplaining?


No se trata de culpas, sino de conciencia. De preguntarnos si, al tomar la palabra, también estamos dejando espacio para otras voces, incluso las que aún están aprendiendo a nombrarse. Porque transformar no es intercambiar jerarquías, sino desmontarlas.

Pero su voz se diluyó… No por maldad. Tal vez por costumbre. Tal vez por hartazgo.

Tal vez -y esto me duele escribirlo- por ego.


Entonces recordé algo que viví en otra cancha, la de fútbol, cuando era niña y jugaba tan bien que me creía dueña del balón. Sabía que tenía talento y por eso pedía siempre el balón, porque sabía qué hacer con él. Pero confundí confianza con superioridad. Y aprendí, no sin tropiezos, que hay una línea fina entre pedir el balón porque puedo hacer algo con él, y retenerlo creyendo que nadie más es lo suficientemente buena. Entre el ego que moviliza, el egocentrismo que excluye, y el egoísmo que acapara.


Hoy, desde otros campos de juego, el reto sigue siendo el mismo: aprender a pasar la palabra. No solo a tenerla. Porque la sororidad no es repetir que “todas somos una” sin matices. Es tener la valentía de revisar nuestras propias prácticas, incluso —y sobre todo— cuando somos nosotras las que hemos ganado la cancha.


Este artículo sin juicios individuales, me lo escribo también a mí. Para no perder de vista que la ESI no es solo una pedagogía de contenidos, sino de formas, tonos y tiempos. Que la interseccionalidad no se predica, se practica. Y que escuchar con reflexión y no con respuesta sigue siendo un acto profundamente político.


Y entonces llega la pregunta incómoda, pero inevitable:¿Cómo tejemos redes sin enredarnos en ellas? ¿Cómo cuidamos que no se conviertan en telarañas donde solo se escucha a quien más interrumpe?

Seguimos andando. No lo sabemos todo. No lo haremos perfecto. Pero quizás lo más transformador sea eso: no dejar nunca de preguntarnos desde qué lugar estamos construyendo. Y, sobre todo, para quiénes.

 


 
 
 

Comments


bottom of page